Confinamiento. Estado de alarma. Restricción de desplazamientos. Son palabras y expresiones que parecen más sacadas de la utopía que imaginó George Orwell en su novela 1984 que de la actualidad en la que veníamos conviviendo hasta ahora. Estamos viviendo tiempos convulsos, inimaginables, recluidos en nuestras casas vemos sucederse los acontecimientos como si de una película se tratara. Y aunque a veces sacudamos la cabeza de un lado a otro, en un intento de que la normalidad vuelva, resulta que la normalidad ahora es otra cosa.
La normalidad ahora es quedarse en casa, minimizar el contacto social, las salidas a la calle, aprender a llevarnos lo mejor posible entre cuatro paredes, y aprender o re-aprender a estar con los demás y con uno mismo. Ahora escuchamos con más claridad nuestro ritmo interior, queramos o no. Con menos ruido, con más silencio y tiempo, se percibe algo en nuestro interior que resulta ser nuestro yo. Ese yo al que hace tiempo que no escuchas. Ese yo al que, quizás, ni conoces.
Obligados a quedarnos en casa, solos o acompañados, quizás podamos hacer algo que nos ayude con uno de los objetivos que tenemos marcados. Con las oposiciones en un horizonte más o menos cercano (¿quién tiene ahora alguna certeza sobre algo?), tal vez podamos aprovechar esta situación para darle un empujón a nuestra preparación.
En japonés la palabra crisis se escribe 危機. Entre otros significados, el primer ideograma se puede traducir como peligro, el segundo como oportunidad. Enclaustrados como estamos, vivimos este periodo de crisis global como una amenaza a nuestra salud, a nuestro estilo de vida, a la forma en que nos veníamos relacionando hasta ahora e incluso a nuestra escala de valores. Sin embargo, sin quitarle importancia a lo anterior ni tratando de sustituirlo, también podemos planearnos este periodo como una oportunidad. Como el momento adecuado para hacer algo que nos reporte rédito a corto, medio o largo plazo.
Os proponemos que aprovechéis este periodo para potenciar vuestra formación, para darle un toque de calidad, para incorporar algo que os haga resaltar del resto.
Las circunstancias de cada uno son diferentes, obviamente. No será lo mismo estar solo que con niños, en un espacio pequeño o grande, con más responsabilidades o menos, incluso con unos medios u otros.
Cualquiera que sea tu situación, lo importante es 1) tomar conciencia de la oportunidad que se presenta en estos momentos y 2) decidir aprovecharla.
Para ello, algunas de las pautas que os pueden ayudar son:
Podrá costarte mucho o ser algo sencillo, pero si quieres aprovechar de verdad tienes que conseguir aislarte de todo y de todos. Busca y encuentra el sitio adecuado, el o los momentos idóneos y ponte a estudiar. Cuantos menos estímulos externos tengas, más efectivo será el estudio, más aprovecharás. Si hay demasiado ruido alrededor, usa auriculares si estás acostumbrado a ellos, o tapones, todo vale para evadirte. Al final, la calidad de los momentos que saques es lo que realmente vale. Si tienes la suerte de disponer de mucho tiempo y espacio, dosifica bien el estudio y el trabajo. No puedes pasar de estudiar 3 horas al día a estudiar 13 sin un periodo de adaptación. Evita quemarte.
Está más que demostrado la relación que existe entre el tiempo de exposición a la información y el nivel de preocupación. La sobreexposición puede crear en ti un nivel de alerta que después es difícil bajar. Por ello, lo mejor es que accedas a la información justa y necesaria. Estamos continuamente bombardeados de información que nos llega además por diferentes vías. Limita los canales y quédate solo con aquellos cuya fiabilidad sea alta. Además, es recomendable acotar los momentos del día en que accedemos a esa información, evitando así el flujo continuo de noticias.
Los beneficios de un modo de vida activo son algo que todos conocemos. Durante este periodo de confinamiento, cobran más importancia si cabe la realización de actividad física a diario. Nos mantendrá activos, potenciará nuestro sistema inmune y nos servirá de catarsis en estos momentos donde nuestros movimientos están limitados y nuestra mente demasiado activada.
Estamos ante una situación nueva y desconocida, y por tanto, generadora de incertidumbre y de miedo. Pero no hay que olvidar que el miedo es un mecanismo de defensa del organismo que nos hace estar alerta y preparados para actuar. El problema se produce cuando no controlamos ese miedo, sino que es al revés, cuando en lugar de ayudarnos y protegernos, se convierte en ansiedad que nos desgasta y nos bloquea.
El control de las emociones, su identificación y gestión en estos momentos se atisba como primordial para mantenernos estables. Siguiendo a Pablo D’Ors, las emociones no son más que sensaciones corporales combinadas con determinados pensamientos. Y el estado anímico una emoción más o menos prolongada. Por lo tanto, si somos capaces de controlar nuestro pensamiento, evitando que nuestra mente campe a sus anchas, y podemos ponerle ciertos límites, nos será mucho más asequible convivir con nuestras emociones. Es mejor centrarse en el aquí y el ahora, y actuar solamente sobre aquello sobre lo que podemos, evitando pensar demasiado en lo que no podemos.
Estamos acostumbrados a trabajar, relacionarnos y vivir a base de rutinas. Horarios en el trabajo, obligaciones familiares, ir al gimnasio o estudiar. Tener rutinas nos da seguridad y confianza, tenemos sensación de control. Alrededor del 40% de nuestro comportamiento diario se basa en hábitos. “Tu vida diaria es esencialmente la suma de tus hábitos” (James Clear, Atomic Habits). Y de golpe, todo se corta o se modifica, ya no tenemos nuestras rutinas ni nuestros horarios, y la inquietud aumenta. Pues bien, no tenemos nuestras viejas rutinas (a las que podremos volver después si queremos), pero podemos establecer otras. Dentro de nuestros límites espaciales-temporales-familiares-personales, podemos establecer nuevos hábitos, que nos ayuden a trabajar, cuidar a los nuestros, relacionarnos, mantenernos informados, hacer ejercicio, y continuar con nuestra formación de una manera sana, constructiva y ordenada. Planificarte y establecer un horario puede ser una buena idea. Y si lo plasmas por escrito, mejor. Según Charles Duhigg (El poder de los hábitos), obtendremos un grado de compromiso mayor si plasmamos en papel nuestros compromisos. Establecer un horario diario para cada cosa, planificar las tareas de manera semanal, distribuir funciones dentro del hogar y tener nuestro tiempo propio ayudará a conllevar mejor esta situación y a aprovechar más.
Encontrarse en estos tiempos no es tarea fácil. Primero porque no sabemos buscarnos. Segundo porque igual no nos gusta lo que nos encontraremos. Nos referimos a mirar un poco hacia adentro en lugar de tanto hacia afuera. Según Inés Bárcenas, el silencio forzado que se ha generado en nuestra cotidianeidad nos ofrece la oportunidad de conectar con nuestras verdaderas necesidades físicas y mentales, y de parar el modo automático que nos autoimponemos casi a diario. Podemos percibir esta situación como una potencial oportunidad para iniciar un cambio, cortar vínculos que no nos aportaban demasiado, potenciar otros que ahora percibimos en su medida real, y generar un proceso de introspección que nos permita encontrar el camino hacia una vida más plena y coherente. En este sentido, encontrar un hueco al día, 10-15 minutos para meditar en silencio, ayudaría enormemente.
No tenemos que olvidar que aunque estemos físicamente separados, podemos y debemos seguir manteniendo nuestras relaciones sociales. No tanto en el sentido de alimentar nuestro alter ego que habita en las redes sociales, como en el de escribir, o mejor, llamar a amigos/as o familiares, apoyarnos en ellos y prestarles también nuestra ayuda y comprensión. Sabemos cómo estamos llevando esta situación nosotros, pero no cómo lo llevan los demás. Una llamada gratuita puede ayudar mucho a quien la recibe y a quien la realiza. Encuentra la medida y disfruta de los tuyos.
Aun estando en esa situación no podemos olvidar que debemos buscar momentos para disfrutar de las cosas que nos gustan, ya sea leer, ver series, chatear con amigos/as, escuchar música, cocinar o jugar en la consola. Tenemos que buscar momentos de ocio, igual que los buscamos para tele-trabajar, cumplir con nuestras obligaciones o estudiar. Somos también homo ludens, y el ocio forma parte de nosotros, igual que el resto de nuestras facetas. Quizás sea buen momento para iniciarte en una nueva habilidad, algo que tenías pendiente hace tiempo, o que ha llegado como consecuencia del confinamiento establecido. ¿Tocar un instrumento, hacer un curso online de fotografía, leer aquel libro que te dejaron hace 2 años? Todo vale si lo disfrutas.
Sonreír puede ser un excelente aliado en estos días de confinamiento, inquietud e incertidumbre. El poder terapéutico de la sonrisa ha sido estudiado durante mucho tiempo. La sonrisa no solo activa regiones cerebrales relacionadas con los afectos positivos y las recompensas, como el lóbulo temporal del hemisferio izquierdo, sino que ayuda a potenciar tu autoconcepto y seguridad en ti mismo/a. Según Luis Rojas Marcos, existe una conexión fisiológica de doble dirección entre las emociones y los gestos faciales. Hoy sabemos con certeza que la sonrisa puede ser tanto el resultado como la causa de reacciones químicas en el cerebro que producen emociones positivas. Sonreímos porque estamos alegres y estamos alegres porque sonreímos. En palabras de María Jesús Álava, el humor es un gran aliado para llevar la cuarentena porque, implica ampliar el foco, ver las cosas desde otra perspectiva, genera emociones agradables, libera tensiones y nos mantiene unidos.
El mero hecho de buscar algo sobre lo que sentirse agradecido en sí mismo un ejercicio terapéutico de gran valor en nuestra vida. El dar las gracias conlleva hacer un balance de lo que te rodea, ponerlo en una balanza y asignar a cada elemento un valor. Ese valor, así expuesto, de manera pausada, nos hace ver dónde están las cosas realmente importantes en nuestra vida, y donde las que hemos ido incorporando con un valor externo, sobre el que se ha reflexionado poco o nada. Dar las gracias no solamente de lo tangible, sino sobre todo de lo intangible, nos ayudará a cambiar la perspectiva y poner en valor lo bueno que tenemos. Sin poder salir de casa más que lo imprescindible, sin poder ver ni abrazar a nuestros seres queridos, nos damos cuenta lo que realmente cuenta. Dedicar unos minutos al día al acto de dar las gracias, nos hará más conscientes de lo que tenemos, y de lo que significa para nosotros.
El número 11 es para que hagas tu aportación, para que busques qué cosas estás haciendo (o dejando de hacer) y te ayudan en esta situación. Si quieres, puedes compartirlo con nosotros y el resto del mundo. O simplemente buscarlo, darle forma en tu mente, y aprovecharlo. Recuerda que estamos en una situación excepcional, donde no hay libro de instrucciones. Todo lo que nos ayude a seguir adelante será bienvenido.
Estas son solo algunas ideas que pueden servirte para llevar mejor este tiempo de aislamiento y ayudarte a potenciar tu formación.
En Oposita, te ofrecemos una formación integral en tu preparación. Contacta con nosotros si quieres obtener más información.